martes, 4 de mayo de 2010

¿"Faction" en la obra de Kapuscinski?

Los admiradores y ávidos lectores españoles de la obra de Ryszard Kapuscinski, considerado uno de los mayores reporteros del siglo XX, dejarán de hablar de oídas o de creer lo que cuentan los pocos que hablan y entienden polaco. Para octubre próximo, librerías de toda España tendrán en sus anaqueles las 560 páginas que componen “Kapuscinski non-fiction”, la biografía que pone al famoso periodista bajo sospecha de no permitir nunca que la realidad le estropeara una buena historia. En Polonia, donde una primera tirada terminó de imprimirse a finales de febrero pasado, sus páginas han desatado un agrio debate al desmitificar al autor de “El Emperador”, “ La guerra del fútbol” o “Viajes con Herodoto”: se le acusa de espiar para la dictadura comunista que dominó su país entre 1952 y 1989, teñir de fantasía sus textos periodísticos y gozar de una intensa vida extramatrimonial.


La versión en español estará a cargo del sello “Galaxia Gutenberg”, cuyo editor, Joan Riambau, afirmó al periódico El País que “es un libro importante para aportar luz sobre la trastienda de la realidad comunista, un aspecto que es coherente con nuestra línea editorial”. Por ejemplo, a finales de 2009 puso a la venta “El hombre vigilado”, libro inspirado en las ochocientas páginas de informes policiales secretos y cartas de denuncia interpuestas durante quince años (de 1958 a 1974) contra el escritor búlgaro Vesko Branev en su propio país.

El texto que cuestiona al mito provocó en los círculos políticos y culturales polacos un acalorado debate y dejó un requerimiento judicial. Con ese precedente, el mismo día en que fue puesto a la venta (3 de marzo pasado) llegaron a ser adquiridas 45.000 copias y al día siguiente ya se reimprimían otras cincuenta mil. Cinco semanas después del lanzamiento, según reportó la agencia de noticias española EFE, el libro se había convertido en un “bestseller” con más de 130.000 ejemplares entregados. Pawel Szwed, responsable de la editorial “Swiat Ksiazki” - “El mundo del libro”, filial polaca de la alemana “Bertelsmann”- describió el éxito como un auténtico “fenómeno” y con escasos precedentes en su país. Reconoció que, inicialmente y gracias a los obstáculos a los que el autor, Artur Domoslaswski, se estaba enfrentando, sus expectativas más optimistas no superaban las cien mil copias. Pero, pronosticó orgulloso, “si las cosas van así, creo que el libro podrá vender el doble de ejemplares para final de año”.

Ese grado de notoriedad puede repetirse entre lectores de habla española. Rimbau afirmó que no dudó un instante en hacerse con la biografía que deja serias grietas sobre uno de los héroes más importantes de Polonia, a pesar de que una buena parte de las editoriales europeas que tienen en su catálogo a Domoslawski la han rechazado gracias a la presión silenciosa que Alicja Kapuscinska, viuda de Kapuscinski, ha ejercido. Antes de que los originales de “Kapuscinski non-fiction” cayeran en manos de Szwed, la versión había sido rechazada por al menos dos importantes editoriales de Varsovia que la consideraron demasiado crítica con el afamado reportero. “El revuelo me parece un poco hipócrita por parte de todos: en los países del Este o aceptabas algunas de esas situaciones ambiguas con el poder o quedabas absolutamente al margen de la sociedad”, afirmó el responsable de “Galaxia Gutenberg”. El diario polaco Rzeczpospolita afirmó que la polémica en su país provocó que casas editoriales de España, Francia e Italia rechazaran sacar el libro a la venta.

Pero casi todo condena a Domoslawski. La “osadía” del reportero del prestigioso diario Gazeta Wyborcza, editado en Varsovia, le deja la indignación y la enemistad de altos cargos de la administración central y de la poderosa jerarquía de la Iglesia católica de su país. Una de las principales críticas provino del ex ministro de Asuntos Exteriores,Wladyslaw Bartoszewski, superviviente del campo de extermino nazi de Auschwitz. En una entrevista concedida a la televisión pública acusó al al autor del libro de “violar la ética periodística” y de dar a la vida de Kapuscinski un tratamiento propio de un tabloide sensacionalista. Dijo: “Hay casas editoriales que se comportan como burdeles. No creo que publicase un libro mío en un sitio así”. Aunque comparó el texto con una “guía sobre los burdeles del mundo”, admitió que aún no había leído la biografía ni pensaba leerla y que no colaboraría más con la editorial “Swiat Ksiazki”.

Mi amigo “Richi”

Kapuscinski nació un 4 de marzo de 1932 en Pinsk, entonces parte de Polonia y actualmente territorio de Bielorrusia. Creció en la Varsovia comunista de la posguerra. Tras estudiar historia y arte en la Universidad de Varsovia, comenzó a trabajar como reportero en un periódico juvenil, antes de unirse a la PAP (Agencia de Prensa Polaca, por sus siglas en polaco) a fines de los años cincuenta. Por décadas estuvo en la extraordinaria y privilegiada posición de ser el único corresponsal extranjero de la PAP. Pasó buena parte de su tiempo en África, cubriendo veintisiete revoluciones y golpes de Estado en todo el continente. Luego siguió cubriendo esa clase de conflictos en Asia y Latinoamérica. Colaboró, entre otros medios de comunicación escritos, para la revista Time y los periódicos The New York Times (EEUU), La Jornada (México) y Frankfurter Allgemeine Zeitung (Alemania). Además de ser profesor en varias universidades, en el año 2003 recibió el “Premio Príncipe de Asturias” en Comunicación y Humanidades por “su preocupación por los sectores más desfavorecidos y por su independencia frente a presiones de todo signo, que han tratado de tergiversar su mensaje”. Murió en Varsovia el 23 de enero de 2007.

Durante dos años, Domoslawski, especialista en América Latina y viajero por países del Tercer Mundo, siguió las huellas viajeras de Kapuscinski, entrevistó a algunas de las figuras que aparecen en sus escritos y tuvo acceso a los archivos y documentos privados de Kapuscinski, la mayor parte resguardados por Alicja Kapuscinska. Ese privilegio tuvo una razón: por más de diez años fue colega y amigo personal del autor de “El sha o la desmesura del poder”, a quien llama “Richi”. “Solía llamarme para invitarme a ir a su casa a charlar”, es su respuesta a las críticas que le señalan como un “ignorante” de la vida del “maestro”. Asegura que de Kapuscinski sigue admirando “al reportero trotamundos, al escritor sensible y dotado de recursos literarios y al agudo analista de conflictos africanos y latinoamericanos”. Añade que el biografiado “fue mi maestro y mi mentor, y fuimos amigos. Mi objetivo al escribir esta biografía no ha sido atacar al hombre que fue testigo de acontecimientos históricos de gran trascendencia, como la Segunda Guerra Mundial, la construcción del socialismo en Polonia, el hundimiento del colonialismo en África o las revoluciones latinoamericanas, sino simplemente hacer un trabajo serio, en lugar de caer en la mitificación”.

Domoslavski asegura en la biografía que Kapuscinski atravesó la frontera entre el periodismo y la literatura en sus numerosos libros, traducidos en más de treinta idiomas. Para entender ese aspecto, el autor contradice la insinuación que en “El Emperador” hace el famoso reportero polaco sobre el gobernante etíope Haile Sellassie: era medio analfabeta. Por el contrario, dice que era una persona formada y capaz de leer en varios idiomas. Pero, asegura que para Kapuscinski la idea de una máxima autoridad con intención de llevar a cabo reformas moderadas en ese país africano no encajaba para su obra centrada en un déspota que tenía como objetivo arruinar a su país. Cita a una periodista etíope quien asegura que la mayor parte de la cobertura del reportero sobre la caída de Sellassie encajaría mejor en una obra teatral que en una crónica sobre hechos reales. En Londres, el libro “El Emperador” se convirtió en una obra teatral y fue presentada en el Royal Court Theatre. Domoslavski concluye: Kapuscinski manipuló su cobertura para acentuar el efecto dramático. Afirma que el corresponsal polaco describió los acontecimientos etíopes de un modo bastante descuidado bajo su norma de “intensificar la realidad” aunque significara una distorsión de los datos históricos.

Y hay más. De acuerdo con Kapuscinski, él fue testigo directo de peligrosas aventuras con Ernesto “Che” Guevara. Domoslavski recuerda que por error, la casa editora de Kapuscinski afirmaba en las solapas de sus libros sobre América Latina que el reportero conoció personalmente al revolucionario argentino. Cuando un biógrafo estadounidense del “Che” le preguntó sobre esos encuentros, el cronista polaco admitió el error aunque permitió que esas afirmaciones nunca fueron removidas de sus obras. En varias entrevistas posteriores siguió sosteniendo, dice Domoslasvski, que acompañó al “Che” en misiones peligrosas.

También cuestiona la veracidad del relato sobre el encuentro con el rebelde congolés Patrice Lumumba, en la década de los sesenta. Un revisión de su archivo, dice, demuestra que Kapuscinski nunca pudo verlo en acción porque su primer viaje a África como corresponsal de la agencia oficial de información de la Polonia comunista fue tras el asesinato de Lumumba. También califica de “fantasía de autoimportancia” la historia de que fue rescatado de la muerte en el Congo. En otra parte de la biografía, Domoslavski sostiene que Kapuscinski engrandeció públicamente la figura de su padre al que retrató como un héroe de guerra. Al parecer, nunca fue prisionero del Ejército soviético ni escapó por poco de la masacre de Katyn (primavera de 1940) en donde fueron asesinados por agentes de la Policía de la dictadura de José Stalin, miles de generales y miembros de la élite de Polonia. Y así, numerosos pasajes elogiados en todo el mundo como narraciones insobornables sobre guerras y revoluciones en África y Latinoamérica, son puras invenciones de acuerdo con “Kapuscinski non-fiction”.

El colaboracionista

La biografía reabre también otra polémica. Cuando Kapuscinski murió a los 74 años en 2007, ya había sido acusado por el semanario Newsweek-Polska de haber sido un colaborador de los servicios de inteligencia del régimen comunista de su país en las décadas de los sesenta y setenta. El señalamiento, de acuerdo con el periódico Dziennik -editado en Varsovia-, hundió al famoso reportero en una “profunda depresión”. La publicación, al igual que los señalamientos que en ese sentido hace Domoslavski, se basan en los archivos y documentos que resguarda el Instituto para la Memoria Nacional (IPN), un organismo público que persigue los crímenes del nazismo y del comunismo en Polonia.

En sus viajes por el Tercer Mundo y en especial por zonas problemáticas, recuerda Domoslawski, Kapuscinski, al igual que “tantos otros periodistas y profesionales en aquellos años, fue presionado por el régimen para que se convirtiera en informador”. Explica que, aunque fue “un colaborador esporádico que no hizo carrera denunciando a sus compañeros”, sus reportajes sirvieron para convencer a lectores occidentales que los problemas regionales que analizaba o narraba eran producto del colonialismo capitalista y por ello, opina, ayudó a la causa comunista. Recuerda que durante la mayor parte de su vida mantuvo el carnet de afiliación al Partido Comunista aunque presentó su renunció como miembro activo durante la lucha que el sindicato “Solidaridad”, encabezado por Lech Walesa, mantuvo contra la dictadura comunista. La crítica biografía sugiere que el régimen le permitió ese extremo para mostrar que no tenía intención de perseguir a una figura de reputación internacional.

Tras la muerte de Kapuscinski, el asunto de su supuesta colaboración quedó olvidada hasta la aparición de “Kapuscinski non-fiction”. En una entrevista concedida en 2007, Alicja Kapuscinska dijo que su marido no fue un espía, pero que los contratos con el régimen eran “el precio que tuvo que pagar” para viajar por el mundo bajo el régimen comunista. Y es que, en esa época, era imposible salir de Polonia sin firmar antes una declaración de cooperación con el régimen. Era, afirmó, un compromiso indispensable para conservar su permiso de trabajo. Las referencias sobre las “sospechosas conexiones” de Kapuscinski, se defiende el autor, “no me las he inventado, sino que las he encontrado en los archivos del IPN”.

Al conocer Alicja el contenido de la biografía que preparó Domoslavski, inmediatamente interpuso una denuncia ante el Tribunal de lo Civil de Varsovia buscando que se impidiera su difusión al considerar que se vulnera su intimidad y la de su familia, además de que se miente o tergiversa sobre determinadas cuestiones de la vida de su esposo. Desde entonces ha venido repitiendo que se siente “engañada” por el reportero del Gazeta Wyborcza de quien esperó que simplemente publicara un libro sobre las obras de su marido. Afirma que nunca fue informada de se estaba escribiendo una biografía. Domoslawski calificó la decisión de la viuda de acudir ante la justicia de “censura preventiva”, no ocultó su sorpresa y declaró: “Me cuesta creer que una persona como la esposa de Kapuscinski desee que los tribunales censuren un libro”. El 24 de febrero pasado, los jueces decidieron no censurar el libro al sentenciar que la denuncia contra Domoslawski no tiene fundamento y que prohibir el libro sería atentar contra la libertad de expresión garantizada por la Constitución polaca.

Literatura y periodismo, la frontera

Pero, un principio no escrito establece que si en Polonia alguna persona es importante, también es un santo intocable. Colegas de Artur Domoslawski le han acusado de sensacionalismo y de ser “parcial” en perjuicio de la reputación del maestro. Otros, al contrario, opinaron que Kapuscinski merecía ya una biografía que mirara en los aspectos más polémicos de su vida. El autor puntualizó que “no creo que haya dañado el buen nombre de Kapuscinski. Lo cierto es que esto prueba que era una persona más compleja que el mito que hemos creado. Muchos querían un libro sobre el monumento, y no sobre el hombre, y yo no estaba dispuesto a caer en esta trampa”. Y añade: “Yo sigo considerándolo un maestro”.

En una entrevista Domoslawski citó al historiador estadounidense Clayborne Carson, quien descubrió que Martin Luther King cometió un plagio en su tesis de doctorado. Carson dijo que “si miramos a Martin Luther King como un ser perfecto, vamos a salir siempre decepcionados. Pero si lo vemos como un ser humano, con todas sus fallas y contradicciones, podrá alcanzar su grandeza”. Esa frase le sirvió como hilo conductor de su libro: “He querido tratar de ver a Kapuscinski como lo que fue, un ser humano excepcional pero también con defectos y contradicciones, con luces y sombras”. El autor dice que las sospechas sobre su colega crecieron porque habitualmente daba respuestas evasivas cuando se le presionaba sobre los detalles de sus libros.

Domoslawski escribe que “el problema con Kapuscinski es que sus obras literarias eran mucho más atractivas que las obras que se presentaban como máximo ejemplo para los periodistas. Su obra literaria se guardaba en los estantes junto a las bellas letras. Sin lugar a dudas esas obras representan los niveles más elevados de la creación literaria. Probablemente sería mejor que las obras de Kapuscinski no se vendieran como obras periodísticas, a pesar de que una parte importante del material se recabara por medios periodísticos”. Recuerda que desde hace décadas se debate sobre los límites de la ficción literaria en el periodismo. En la escena surgió una nueva categoría denominada “faction”, término en inglés formado a partir de las palabras “fact” (hechos) y “fiction” (ficción).

El propio Kapuscinski tenía sus propias ideas sobre la objetividad. “No creo en el periodismo imparcial”, afirmó en una de sus entrevistas que Domosławski publica en su libro. “No creo en la objetividad formal. Un periodista no puede ser un testigo indiferente, sino que debe contar con una cierta característica que los psicólogos denominan empatia. No es posible hacer un periodismo supuestamente objetivo en casos de conflicto. Cualquier intento de ser objetivo en tales situaciones sólo lleva a la desinformación”. El autor de la biografía llega a afirmar que si las obras de Kapuscinski no se hubieran movido en el límite entre la realidad y la ficción, con seguridad no serían tan famosas como lo son en la actualidad.

Artur Domoslawski piensa que Ryszard Kapuscinski desplazó “el periodismo hacia la gran literatura, quizá porque se dejó llevar por una gran imaginación y porque fue un testigo excepcional del siglo XX y de grandes acontecimientos históricos, como el hundimiento del colonialismo en el continente africano, los procesos revolucionarios latinoamericanos o el nacimiento de Solidaridad en Polonia”. A su juicio, “el problema de esta deriva hacia la gran literatura en los libros de Kapuscinski es que, a veces, en sus escritos, el reportero tenía cierta tendencia a la exageración y hasta la fabulación y no siempre se dejó guiar por el rigor periodístico. Esto no le quita grandeza a la obra de Kapuscinski, pero demuestra que fue un hombre de su época con sus limitaciones, sus virtudes pero también sus defectos”. Y, finalmente, sostiene que “no tenemos que acusarlo de haber sido un mentiroso, pero sí que hay que tener en cuenta que algunos de sus libros son obras literarias, pero no trabajos periodísticos en el sentido estricto pues, aunque reúnan mucha información, porque Kapuscinski tenía buenos contactos en todas partes, tienen una estructura demasiado literaria.” El problema radica, ahora, en dónde serán colocadas las obras del gran periodista polaco, ¿en la sección de no ficción o de “faction”?.

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