lunes, 6 de septiembre de 2010

Wikileaks, periodismo de investigación de alta tecnología

Madrid.- La comparación fue inmediata. El pulso que la web Wikileaks.org sostiene con el Gobierno de Estados Unidos al entregar a tres de los periódicos más importantes del mundo miles de archivos que cuestionan la estrategia que implementa en Afganistán para combatir a talibanes y terroristas de la organización Al-Qaeda, evocó a los llamados “Papeles del Pentágono”: El 13 de junio de 1971, cuando la Casa Blanca era aún ocupada por el presidente Lyndon Johnson, The New York Times comenzó a publicar los siete mil documentos de un informe secreto del Departamento de Defensa sobre la implicación militar y política de Washington en la zona de Vietnam entre 1945 y 1967. La información fue entregada al periodista Neil Sheehan por el analista Daniel Ellsberg, uno de los colaboradores en su realización. Los analistas políticos llegaron a la conclusión de que el Gobierno mintió a la opinión pública y al Congreso, además de extender deliberadamente la guerra bombardeando Camboya y Laos o incursionando militarmente en Vietnam del Norte.


La filtración fue el principio del fin de la presidencia de Richard Nixon y aceleró la salida de las tropas americanas de la península de Indochina. La magnitud del escándalo obligó al Gobierno a tratar de impedir sin éxito la publicación del informe. El Tribunal Supremo emitió una sentencia a favor de la prensa. Para difundir los archivos, al Times se le unieron The Washington Post, The Boston Globe, Los Angeles Times y hasta diecisiete periódicos más. Casi cuarenta años después, Ellsberg aseguró en una entrevista que si tuviera en sus manos documentos de la misma importancia, en la era de la red de redes habría hecho lo mismo: “Ahora habría conseguido un escáner y lo habría puesto todo en internet”. Lo importante, enfatizó, es hacer pública la información, ponerla en manos de la opinión pública y dejar que la presión hacia los poderosos surja de ella misma.
Julian Assange, fundador de Wikileaks tomó nota. A pesar de las presiones que en julio y agosto han venido ejerciendo contra la web organizaciones y gobiernos de todo el mundo, en una intervención en en una intervención en el programa “Aktuellt” del canal de televisión sueco SVT, dijo que sur organización tiene la obligación de publicar los cerca de quince mil documentos reservados del Ejército estadounidense relativos a la última guerra de Irak y que, según él, revelan la muerte de veinte mil personas. “Tenemos una deuda con todas las personas que se pueden beneficar de la publicación de estas informaciones”, añadió.

La historia reciente


En la era de internet es muy difícil jugar al escondite. Parece ser que se acabaron los secretos, incluso los considerados de “seguridad nacional”. La verdad se conoce sobre todo si detrás se encuentran páginas electrónicas como Wikileaks, organización que se define como “sin ánimo de lucro”. Es la nueva “garganta profunda” del ciberespacio. Allí se pueden “colgar” documentos o testimonios comprometedores sin que su identidad sea desvelada. De esa forma, el grupo que edita la citada web comenzó a filtrar a finales del mes pasado a los periódicos internacionales The Guardian (Reino Unido), The New York Times (Estados Unidos) y al semanario alemán Der Spiegel un total de 91.731 informes y análisis militares estadounidenses confidenciales sobre el desarrollo de las operaciones bélicas en territorio afgano durante los últimos años.
La mayor filtración de documentos oficiales de la historia militar estadounidense tuvo en Europa una gran repercusión justo en el momento en que organizaciones civiles y políticas están exigiendo a los Parlamentos que las tropas sean retiradas de Afganistán. Una gran parte de los periódicos, agencias de noticias, cadenas de televisión y radio, además de medios por internet, reprodujeron en noticias, reportajes y artículos de opinión los documentos reveladores. La ingente cantidad de información desvela supuestas operaciones encubiertas, muertes de más de dos mil de civiles a manos de las tropas aliadas de las que nunca se informó oficialmente, el aumento del poder de fuego de los terroristas talibanes o acusaciones directas contra los servicios secretos de Irán y Pakistán que estarían ayudando a la insurgencia afgana.
De acuerdo con la interpretación de los documentos hecha por The Guardian, Dier Spiegel y The New York Times, una parte del paquete de información, que abarca desde 2004 a los primeros meses de 2010, se basa en “fuentes que los militares consideran fiables”. La otra, apuntan, no es “altamente verificable” porque tienen como fuente supuestos relatos de primera mano sobre actuaciones fuera de la ley de los soldados aliados que se habrían cobrado la vida de más de dos mil civiles. El diario inglés explica que, de acuerdo con los textos, es posible llegar a la conclusión de que el Gobierno y el mando estadounidense cuenta con un “grupo de élite” o “una unidad secreta de fuerzas especiales” conocida como “Task Force 373”, que “traza a los líderes talibanes para matarlos o capturarlos sin juicio”. Para esas misiones, la coalición estaría usando cada vez más los mortíferos aviones no tripulados que son dirigidos desde las bases militares de Kandahar (Afganistán) o Creech (Nevada, Estados Unidos). A pesar del uso de alta tecnología, el Gobierno de Kabúl ha protestado en varias ocasiones porque ese tipo de bombardeos está causando numerosas bajas civiles. Otras muertes afganas son atribuidas al fuego que los militares abren contra conductores desarmados o motociclistas a los que confunden con terroristas suicidas. The Guardian explica que al menos murieron así 195 personas y otras 174 resultaron heridas. Esas cifras, añade, “es probable que estén subestimadas porque muchos incidentes en duda se omiten” de los informes de campo.
La “Task Force 373” es señalada como la responsable de la muerte de Abú Laith al-Libi, descrito en los textos como un “alto comandante militar” de la red terrorista internacional Al-Qaeda. Al momento de su muerte, en junio de 2007, Al-Libi se encontraba en la zona paquistaní de Mir Alí, muy cerca de la frontera afgana y donde se detectaron campamentos de entrenamiento terrorista. Un documento destaca que en el bombardeo contra ese jefe criminal cayeron seis “combatientes enemigos” y siete que no lo eran. Todos, niños, dice el documento al que se refiere The Guardian. Los blancos de la “Task Force 373” que son considerados listos para “matar o capturar” rebasan los dos mil y están incluidos en la llamada “Lista de Efectos Prioritizados Conjuntos” (JPEL, por sus siglas en inglés).
Otro “foco rojo” que revelan los informes de Wikileaks se refieren a los posibles apoyos que los servicios de inteligencia de Pakistán han venido otorgando, de manera secreta, a los terroristas talibanes mientras que su país recibía de Estados Unidos más de mil millones de dólares anuales por ayudar a combatir a la insurgencia. Entre otros puntos polémicos, los documentos señalan que autoridades de Islamabad permiten que sus agentes celebren reuniones periódicas secretas con jefes talibanes a los que orientan en la formación de grupos que combaten a soldados occidentales o en tramas para asesinar a dirigentes de Afganistán.

Combinación de filtraciones

La revelación de los documentos desató una enérgica protesta de la Casa Blanca y de los altos mandos de la OTAN, además de los países europeos con presencia militar en Afganistán. En un comunicado de prensa, Jim Jones, responsable de Seguridad Nacional del Gobierno estadounidense aseguró que la difusión de los documentos por parte de Wikileaks.org es “irresponsable”. “Condenamos la revelación de información clasificada por individuos y organizaciones que sólo ponen en riesgo la vida de los soldados estadounidenses y amenaza la seguridad nacional. Wikileaks no ha hecho ningún esfuerzo por informar al Gobierno de Estados Unidos sobre el conocimiento de esos documentos”, apuntó para después asegurar que “esta filtración irresponsable no tendrá ningún impacto en nuestro compromiso actual con Afganistán y Pakistán”. En una maniobra política, Jones destacó: “Es importante señalar que el periodo al que se refieren los documentos comprende desde enero de 2004 hasta diciembre de 2009.” Para él, la “caótica” estampa dibujada por los más de noventa mil informes es resultado de la mala gestión del Gobierno del presidente George W. Bush.

Y es que la nueva estrategia y el “cambio de rumbo” en Afganistán implementado por el presidente Barack Obama para, precisamente, evitar a toda costa la muerte de civiles, es el pilar más importante que en materia de política exterior aplica actualmente su Gobierno. La incomodidad provocada por Wikileaks es evidente. El ex candidato presidencial del Partido Demócrata, John Kerry, no dudó en asegurar a The New York Times que la web “no es una organización objetiva sino una que se opone a la política de EEUU en Afganistán”.
Robert Gibss, secretario de prensa de la Casa Blanca dijo el lunes 26 en una rueda de prensa que Obama fue alertado de la filtración una semana antes después de que funcionarios de su gabinete se reunieran con organizaciones informativas que tuvieron acceso a los documentos. La preocupación fue compartida en Londres por la secretaria británica de Estado de Seguridad y ex presidenta del Comité Conjunto de Inteligencia, Pauline Neville-Jones, quien describió el asunto como un tema “realmente serio” y que por ello todos los gobiernos tienen que ser “extremadamente conscientes de la vulnerabilidad de sus sistemas. No sabemos cómo han conseguido ese material. Puede ser una combinación de filtración de documentos, pero uno también sospecha con fuerza que han entrado en los sistemas.”

En Kabúl, el Gobierno del presidente Hamid Karzai puso al vecino Pakistán en el punto de mira al destacar que los documentos filtrados sentencian que la guerra en su país no acabará hasta que los terrorista talibanes y de Al-Qaeda vean destruidos sus refugios o santuarios donde se organizan para lanzar sus ataques. Una fuente oficial de Islamabad respondió que los informes están “fuera de lugar, son sesgados y contrarios a la posición objetiva sobre el terreno”. Añadió que el “pueblo de Pakistán y sus fuerzas de seguridad, incluyendo al ISI (iniciales del servicio de inteligencia), han rendido enormes sacrificios contra las milicias y el terrorismo”. Muchos son los analistas que piensan que los paquistaníes no quieren perder lazos con los líderes talibanes en previsión a posibles alianzas cuando las fuerzas internacionales abandonen Afganistán.

En una rueda de prensa celebrada en Londres tras desatarse el escándalo, Assange negó las acusaciones de las autoridades de Washington de que los documentos ponen en riesgo la vida de miles de soldados. La prueba, aseguró, es que aún se encuentran por difundir unos quince mil folios que serán expurgados de datos que podrían dejar expuestas a las tropas.

Altavoz en internet

Desde 2006, el portal Wikileaks (wikifiltraciones, en español) viene publicando documentos clasificados por gobiernos o empresas con el objetivo de desvelar excesos y casos de corrupción, protegiendo siempre la identidad de sus colaboradores y fuentes a los que llama whistleblowers. Actualmente cuenta con más de 1,2 millones de documentos que incluyen la planificación del campo Delta del centro de detención de Guantánamo, las comunicaciones realizadas desde el World Trade Center durante los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, las identidades de los miembros del BNP (Partido Nacional Británico), organización política de ideología xenófoba en el Reino Unido o el informe medioambiental sobre acciones emprendidas por la compañía multinacional Trafigura en Costa de Marfil. En sus tres tres años de existencia ha ofrecido a cualquier usuario la posibilidad de alojar de manera anónima y mediante una conexión cifrada, textos, audios o vídeos cuya autenticidad se encarga el portal de comprobar convenientemente.

Uno de los capítulos más recientes que involucran a Wikileaks se relaciona con la detención en mayo pasado del soldado estadounidense Bradley Manning, analista de espionaje para el Pentágono que tenía acceso a los miles de cables clasificados que circulan por internet y que son enviados de forma cifrada a Washington por las embajadas estadounidenses de todo el mundo. Las autoridades militares le encontraron culpable de haber enviado ese material a Wikileaks. Manning fue descubierto gracias a que contactó con el hacker Adrian Lamo a quien dijo que “Hillary Clinton y varios miles de diplomáticos de todo el mundo van a sufrir un ataque al corazón cuando se levanten una mañana y encuentren todo un repositorio de información clasificada sobre política internacional hecho público”.

El fundador de Wikileaks, Assange, es un periodista, programador y activista australiano que se ha rodeado de cinco voluntarios a tiempo completo y de entre ochocientos y mil colaboradores (técnicos informáticos, abogados, periodistas...) que mantienen activo a Wikileaks desde un servidor en Suecia. Entre los reconocimientos que le han otorgado se encuentra el premio Index on Censorship (2008) de la revista The Economist y el Premio Amnistía Internacional de los Medios de Comunicación Británicos (2009) por la exposición de asesinatos extrajudiciales en Kenia con la investigación de “El Llanto de la Sangre”.

De acuerdo con sus normas, el portal, que usa una versión modificada del software de MediaWiki, se mantiene de donaciones y no acepta publicidad ni ayudas públicas. Para seguir funcionando, Wikileaks asegura haber recaudado 370.000 dólares provenientes de asociaciones de periodistas, grupos de comunicación y organizaciones para la defensa de los derechos humanos. Aunque para 2010 su objetivo es llegar a los seiscientos mil dólares, la falta de recursos le obligó a cerrar temporalmente durante un mes.

En una entrevista concedida en abril pasado al periódico español El País, el portavoz de la web, Daniel Schmitt, se refirió a las presiones de las que son objeto por parte de autoridades: “Recibimos una amenaza legal cada semana. Pero nunca hemos perdido un juicio ni hemos censurado. Nunca hemos sentido presión para dejar de hacer nuestro trabajo. Y no lo haremos. Estamos aquí para quedarnos.” Schmitt expuso que lo ideal sería que un periodista escriba sobre un documento confidencial “y esa sea la presentación para el lector. A partir de ahí puede profundizar en la información y su entendimiento. Es cierto que un documento necesita ser puesto en contexto, pero en plena era de la información, creemos que los ciudadanos, que viven en una sociedad global cada vez más compleja, necesitan saber manejar la información con responsabilidad. Y nosotros somos parte de ese proceso de aprendizaje”. La organización sin ánimo de lucro no acepta “rumores, opiniones, impresiones o material ya publicado”. En una entrevista reciente concedida a la cadena pública británica BBC, Assange destacó que Wikileaks “es un servicio público internacional y su misión es permitir a periodistas e informantes poner a disposición del público materiales que han sido censurados”. En ese sentido, la prestigiosa revista Foreign Policy se preguntó en un artículo sí “se trata del nuevo periodismo”.

En el ámbito periodístico, la repercusión de Wikileaks ha crecido gracias al valor de sus últimas revelaciones. Un ejemplo son las 3,6 millones de visualizaciones que registró Youtube en sólo 72 horas del vídeo “Collateral Murder” en el que un helicóptero artillado estadounidense mataba el 12 de julio de 2007 a once civiles en Bagdad, entre ellos el fotógrafo de la agencia internacional de noticias Reuters Namir Noor-Eldeen y su ayudante, Saeed Chmagh. Las imágenes -decodificadas con la misma tecnología que usan los servicios de inteligencia-, están aderezadas con despectivos y ofensivos comentarios de los soldados a las víctimas. Aferrándose a la estadounidense Ley de Libertad de Información, Reuters intentó durante años sin éxito tener acceso a ese vídeo y a la investigación.
Ese ejercicio desató las alarmas en el Pentágono que desde antes ya le tenía en la mira: “Wikileaks.org representa una amenaza potencial contra el Ejército de Estados Unidos”, concluía el Departamento de Defensa. En una replica, Julian Assange dijo a The New York Times que “lo que estamos haciendo no es ni más ni menos que lo que hacen las agencias de espionaje: periodismo de investigación de alta tecnología”.

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